El Monógamo Nace, No se Hace
Todo Cuando llegué a hablar con mi pareja sobre mi "diagnóstico" (porque, claro, hay que ponerle seriedad al asunto para que suene más científico), él solo me miró con cara de confusión absoluta. "¿Y ahora qué?", me preguntó, con ese tono de quien acaba de recibir una noticia para la que no estaba preparado.
"Bueno, ahora tú también deberías venir conmigo a terapia", le respondí con la seguridad de quien acaba de descubrir el secreto del universo. "Ella es sexóloga, solo ella puede explicártelo bien, y quizás juntos encontremos una solución".
Mientras tanto, me dediqué a educarme sobre el poliamor. Para aquel entonces, la mayor parte de la información estaba en inglés, así que tocó meterle ganas al idioma y adentrarme en un mundo que hasta ese momento desconocía. Tenía que entender mi identidad, porque resulta que esto no era solo una fase, ni un capricho, ni un daño cerebral por ver demasiadas películas francesas. No, esto era algo con lo que había nacido, pero que nunca supe nombrar hasta ese momento.
Y ahí vino el primer gran problema: mi pareja era completamente monógamo. No "medio monógamo", no "monógamo en recuperación", no "monógamo porque no ha probado otra cosa". No. Monógamo nivel "este es mi ADN y no hay nada que puedas hacer al respecto".
Mi terapeuta me lo explicó con mucha paciencia: una persona poliamorosa puede escoger vivir en monogamia sin problema, pero un monógamo no puede "elegir" ser poliamoroso, porque simplemente no es algo que se pueda activar con un switch.
Y así, con esa frase, entendí que esa conversación no era el inicio de una solución, sino el principio del final de nuestra relación. Pero también, sin saberlo, era el comienzo de mi nueva vida.
Hoy en día, tengo muy presente evaluar bien a la persona con quien me relaciono. Y es que, sorpresa: muchos creen ser monógamos, pero en realidad no lo son. Solo dame una mínima señal y de ahí me agarro para ayudarle a descubrir ese aspecto de su personalidad.
Porque lo tengo claro: no puedo ni quiero relacionarme románticamente con una persona monógama. Al final, solo terminaría haciéndole daño, como me pasó con mi ex, y esa es una emoción con la que no quiero volver a cargar.